Se termina el año. No sé si es un buen fin. Quizá para algunos sí. Para otros, que bueno que se acabe, a ver si el próximo se corre con mejor suerte.
En general, pese a los avances que siempre deben registrarse, creo que pocos podrían decir los meses del 2011 hayan sido como para recordar en positivo: el dólar acaba encareciéndose, el desempleo aumentando y la inseguridad y la violencia se enseñorearon aún más: muertes violentas, injustas y dramáticas como la de los estudiantes de la normal de Guerrero, que tienen al gobernador del estado en un brete, y que no hacen sino reflejar la falta de previsión y de operación política oportuna, y las dificultades que enfrenta la nación. Termina el año con la definición de dos candidaturas a la presidencia de la república, la del PRI y la del PRD y una extraña contienda en el PAN que aún no se encuentra a sí mismo. Termina con la elección de los tres consejeros del IFE que faltaban, todos de reconocida moralidad y sapiencia. Doce meses que no arrojaron nada de que enorgullecerse, a excepción del buen desempeño de las autoridades de Jalisco y de los deportistas que animaron un poco la debilitada autoestima; año en el que inicia formalmente el proceso electoral del 2012 y de manera informal el correspondiente a Morelos, que estrictamente hablando inicia en enero, con la instalación del Consejo Electoral de la entidad. Entretanto, las renuncias atisban quiénes pueden ser candidatos, aunque no de manera automática electos, ni necesariamente para los cargos que pretenden. Un año de convulsiones en Europa, de desastres naturales en Japón, de la aparición de nuevas caras en el escenario de los personajes que calan en la historia, como Javier Sicilia. Un año de lamentables decesos: el trágico del secretario de gobernación Francisco Blake, el de Miguel Ángel Granados Chapa, periodista de excepción, el de González Avelar, ex secretario de Educación Pública, y apenas antier de Cesária Évora, la extraordinaria cantante lusitana nacida en Cabo Verde que subía siempre descalza al escenario a hacernos vibrar con su extraordinaria voz. Años de contrastes, de buenas y malas noticias: de la llegada de nuevas inversiones de la Nissan o la de la nueva invasión religiosa en las comunicaciones al permitírsele el culto en espacios fuera de los templos y canales de televisión propios; año que anuncia un férrea lucha por la presidencia de la república y por la renovación de los poderes parlamentarios. Un año pues, que es un buen fin en tanto termina, nada más. Y sin embargo, se mueve, diría Galileo. Se mueven las conciencias, se mueven los jóvenes en esas nuevas herramientas que son las redes sociales, se mueve la crítica tan necesaria, se mueve el tejido social y el nuevo ciclo político tiene, necesariamente, que producir nuevas ideas, obligado por la competencia en un país que se quedó rezagado en estos 10 años de ayunos y de propuestas que jalonen el interés colectivo. Un nuevo ciclo se avecina. O el país se pone las pilas, o la DEA, que ya lastima nuestra soberanía, tomará más riendas. O le encontramos cuadratura la círculo de la economía nacional en tiempos de precariedad por doquier o aparecerán indignados que cuestionen y actúen. Entretanto, pasemos las fiestas decembrinas en santa paz, en compañía de nuestros seres cercanos, retomando ánimo para lo que viene que tiene que ser mejor que estos meses de relativo extravío. Esos son mis mejores deseos para quienes amablemente me siguen en estas líneas. La columna habrá de descansar un par de semanas para reaparecer el próximo año. Muchas felicidades y un buen principio en 2012.
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