lunes, 17 de octubre de 2011

Indignación

La prensa del estado no dio cabal cuenta de lo que ayer la prensa internacional y la nacional le dedicó, en no pocas páginas, a la primera protesta social, digamos mundial,  de  “los indignados”,  movimiento que inició en España pero que ahora se impulsó desde Nueva York.

Muchas ciudades del mundo poblaron sus plazas de manifestantes jóvenes que recuerdan la primavera de Praga, el mayo parisino y el 68 mexicano. Un movimiento que sabemos porque empieza, pero que desconocemos cómo va a terminar. Es la crítica popular, ya no sólo académica, a los principios del neoliberalismo que han regido los destinos de la humanidad durante los últimos años. Es muy previsible que el movimiento crezca en los próximos meses y que produzca cambios, esperemos que no violentos, en los criterios que controlan  a las políticas públicas. Algunos pensadores han incluso sugerido que haya un gobierno global democrático, aunque no es fácil suponer bajo qué normatividad. Los indignados es un nombre muy afortunado para expresar nuestras inconformidades de lo que acontece. Hay indignación general por la falta de empleo y de oportunidades: esa es la principal razón de la protesta. Pero hay otro tipo de indignaciones, como las que tenemos en México y en nuestro estado, que tienen otras particularidades y que derivan básicamente de dos fenómenos: impunidad y corrupción, casi como una característica de nuestra sociedad. 

No podemos afirmar con certeza si las tendencias globales conducirán hacia terribles desastres o si serán desviadas por los sorprendentes avances de la adaptación humana. Lo que sí parece estar claro es que nos enfrentamos a un planeta perturbado y fracturado, a una fragmentación de la sociedad, a una confusión de ideales, a un extravío del rumbo nacional, a un discurso oficial muy cansado, poco creativo, a la aparición de oportunistas que quieren medrar en la confusión.  El ritmo y la complejidad de las fuerzas del cambio llamado global y de la tecnología son enormes e intimidantes. Pareciera que debemos prepararnos para la continuidad de sacudidas, choques y rupturas en la vida social de la humanidad. No faltará quien piense que todo ello no tiene nada que ver con un pequeño estado de un millón 777 mil habitantes -lo de los tres sietes es lo que arrojó el censo y nada tiene que ver con la lada de nuestra capital- . Pero, créase o no, el aislamiento hoy es impensable. Cuando uno ve a los tianguistas de Temixco o a los médicos que defienden su profesión tomando las calles, a las mujeres protestando porque se les ha agraviado al impedírseles decidir sobre su cuerpo, o a los estudiantes que no lograron ingresar a las universidades, uno puede suponer que, si se amalgaman las protestas, la bola puede crecer al contagio de lo que se ve en el mundo. De aquí a julio del año que viene, cuando renovaremos poderes, mucha agua correrá bajo del puente. 

La lección de las protestas del sábado pasado en todo el mundo van a afectar las discusiones  en las campañas y van a influir en las propuestas de los candidatos. Esas discusiones van a tomar muy rápido ritmo. Y allá Cordero con su impresión de que todo está bien y que hay que profundizar las medidas tomadas en estos años. Va a quedar orando solo en el desierto. Entre tanto, preparémonos a ver qué presupuesto nos deparan los legisladores federales y locales. Quizá más dinero para la seguridad y menos para el empleo y la educación. Como para indignarse.

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